viernes, 17 de abril de 2009


Pasaron más de dos meses.


Tuve pocas noticias tuyas, y volví a verte pocas veces. Creo que tres. Hubiera preferido no hacerlo, pero de alguna manera pasó, y ahí estábamos, hablando por última vez, a sabiendas de que ya no íbamos a hablar por un largo tiempo. Pretendiendo sacarte la última sonrisa, queriendo almacenarte en mi memoria, ya no como la persona que me hizo tanto daño, sino como alguien a quien quise ciegamente.

Es por eso que, en la última vez, preferí no discutir nada.

Y no lo hice.


Es más que obvio que en algún momento vas a leer esta nota. Y la vas a releer. Y quizás esté buscando que lo hagas. Esta vez hay un motivo.

Te dije que me iba a morir sin tus sonrisas. Te dije que no podría salir adelante si no estabas conmigo. Te rogué, y creo que hice tantas cosas más, que podría haber llenado un mar con mis palabras ansiosas de hacerte pensar, y recrear tus reflexiones para recapacitar, y volver de mi mano. No voy a volver a repetirlas.
Recapacitaste, aunque fiel a tu orgullo, dejaste mi mano, y te largaste a recorrer el camino…

Sólo.


Y si en un principio te burlaste de mis rivalidades internas, y de mis ansias esquizofrénicas de quererte, entonces hasta ese día, te habías burlado de todas mis palabras angustiosas.

Durante último viaje que hicimos, escuché tus palabras dicotómicas, que no decían absolutamente nada. Sin mirarte con los ojos, observé como las palabras salían de tu boca y se difuminaban en el vacío del tiempo.

Y por fin, después de tanto tiempo, me sentí tranquila.

Sin haberlo sabido, había estado obrando bien.


Y después de escucharte, y verte partir, los fantasmas que me imploraban que siga suplicándote, se rieron de sí mismos. Sin darme cuenta, solté una sonrisa, mientras cruzaba la calle. Y comencé a sentir de alguna manera que hasta respiraba mejor. Es por eso que hoy siento, nuevamente, el valor para verte partir sin soltar una lágrima, y de la misma manera sentarme a escribir sobre vos.

Pero esta vez puedo jurarte que es la última.


Ya no voy a volver a recordarte, ni bien, ni mal. Apenas sienta que te aproximas, de alguna manera, voy a alejarte, de la forma más corrupta que pueda.
Ya no voy a volver a escribir sobre vos, sobre las cosas que recuerdo, o que no. Voy a transformarte en un amor pasajero, que en su momento tuvo la fuerza del mundo entero para subsanar mis heridas, y de la misma manera, tuvo la misma fuerza para borrarse de mi lado, sin mirar atrás. Serás un recuerdo borrable, intangible, insostenible. Ya no tendrás un nombre o un cuerpo, ante mis ojos.

Voy a asesinarte en mi memoria, y ya no vas a existir para mí, desde el momento en que termine de escribir.

Que es en este momento exacto.


Me despido de todos estos años, diciéndote que fue muy difícil desprenderme de todas las cosas que pasamos juntos. Que no hubiera podido de haber estado sola.

No deseo para vos, ya, felicidad, o amor… o la mejor suerte en el mundo. No deseo que encuentres un amor que te salve, o que no. No te deseo dicha, o salud. Esas son cosas, que, aunque desee desesperadamente, sólo vos sabrás encontrar por vos mismo.

Deseo de corazón, que algún día encuentres paz.


Mayra

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